En primer lugar, el hambre incontrolada durante la noche supone la aparición frecuente del insomnio, debido a los frecuentes despertares para tomar alimentos.
Dicho insomnio tiene las lógicas consecuencias para la vida diaria:
- Cansancio durante el día.
- Problemas laborales.
- Riesgo durante la conducción.
Además, esta alimentación nocturna produce continuas digestiones a horas desacostumbradas, lo que perturba el sueño e incita a comer más, reforzándose así este irregular comportamiento alimentario y corriendo el riesgo de entrar en un círculo vicioso.
Pero, en segundo lugar, el síndrome del comedor nocturno puede llevar a la obesidad, a pesar de que en general la ingesta total diaria no es mucho mayor por padecerlo. Así, mientras el porcentaje de comedores nocturnos en personas no obesas está en torno al 1,5%, sube hasta un 8 – 27% entre los que sufren obesidad.